Qué miedo da la responsabilidad, ¿verdad? Lo digo por las posibles consecuencias de los actos irresponsables, por el miedo a lo que pueda ocurrir en caso de incumplir una obligación, una norma: que si la culpa, el remordimiento, el castigo, las indemnizaciones, la mala reputación, las noches sin dormir... Así que a para evitar la indigestión hay un remedio casero eficaz por todos conocido: trasladar la responsabilidad a otras personas, que resulta bastante más cómodo que actuar con prudencia. Por norma general, esta sana costumbre la adquieren las pobres criaturas con determinado cargo de superioridad (quizá demasiado grande para sus limitaciones) que les sirve para avalar el descaro y la mala sangre, personas que necesitan sentir el poder y que se les sale la caquita cuando algo puede ir mal.
En abuso del cargo que se me ha otorgado, actuando por exceso profesional y defecto personal, vulnerando mi deber de conducta impuesto y por supuesto, tus derechos que no me importan, yo te declaro responsable de mis omisiones y te obligo a reparar el daño que pueda derivarse. He dicho.
¿Y qué hacemos, pues?
De momento protesto, que para eso tengo la boca. Mañana ya veremos.
En abuso del cargo que se me ha otorgado, actuando por exceso profesional y defecto personal, vulnerando mi deber de conducta impuesto y por supuesto, tus derechos que no me importan, yo te declaro responsable de mis omisiones y te obligo a reparar el daño que pueda derivarse. He dicho.
¿Y qué hacemos, pues?
De momento protesto, que para eso tengo la boca. Mañana ya veremos.