18/7/09

Vidas pequeñas

¿Lo has escuchado? Es el latido de mi corazón.
Bumbum bumbum bumbum.
Vamos a dar un paseo, presta atención...

Ilustración: Camilla Engman

3/7/09

El incendio

Por lo menos el calor de las llamas a lo lejos le calentaba los pies. Esa noche se había acostado con los pies fríos y sólo en ese momento comenzaba a sentir el cosquilleo de la sangre que regresa a su sitio. Es curioso, si tuviera que describir lo que sentía diría que la imagen ante sus ojos le helaba la sangre. Nunca había pensado en eso: el hielo y el fuego juntos... el resultado era devastador.
El incendio no sólo había destruído sus cosas; había devorado el tiempo, unos siete años de su vida en esa casa, como si la ausencia de los objetos que había acumulado fuera igual a no haber vivido. Intentaba recordar todo lo que había sucedido durante esa época y sentía una angustia feroz al comprender que se le escapaban mil detalles. Sabía que olvidaba algún viaje, o sucesos que sólo al releerlos volvían a la memoria, caras que sólo al mirarlas en las fotografías retomaban su fisonomía, o la música, que más que canciones eran recuerdos apilados, también había desaparecido.
El miedo al olvido era superior a reconocer que seguía viva, sentía una tristeza extraña, más que por la pérdida, por la sensación de dependencia al pasado. Pensó en el día en que nació, de eso hacía treinta años y cinco horas, seguro que su madre se acordaba...
- Oiga, ¿me escucha? ¿Se encuentra bien?
- ... Perdone, no estaba atendiendo. Pensaba en otra cosa. ¿Cuánto dice que le debo?
- Son 150 euros. El disco duro estaba completamente dañado. Son las cosas de la electrónica, de pronto se estropea cualquier conexión y se van al garete siete años de su vida. Je, je.
-Sí, gracias, ya lo había pensado. Tómese una cerveza con el cambio.

Esto no le volvería a pasar, se propuso firmemente revelar todas las fotos que hiciera a partir de ese momento, como si estrenara una nueva vida. Empezaría esa noche en la fiesta de su cumpleaños.

Fotografía: Martín Gallego

29/6/09

Anatomía del ruido

Cállate de una vez, déjame tranquila.
Aparta tu sombra de mi cabeza, aléjate y no vuelvas porque no quiero escucharte más.
Maldita sea, vete de aquí. ¿Es que no me has oído? No, claro, tú no oyes, tu sólo emites tu puerca voz en mi cerebro y dejas tu eco perdido en mis oídos, repicando contra la almohada y esparciendo los sueños que no he soñado.
No es dolor, así que no te recrees haciéndome sufrir, no mires de reojo porque no es dolor. ¿Que me has visto llorar? Mentira, eso no era llorar. Eso no era. Cuando lloro el dolor se aleja y contigo eso no sirve, por eso no era. Prefiero vomitarte antes que llorarte, a ver si así te pierdes en las tuberías mugrientas y dejas en paz mis laberintos.
Voy a aprender a ignorarte, lo juro, y entonces me dará igual que grites, que me inundes porque voy a econtrar el hueco por el que huirte, no tendrás suficiente aliento y te atragantarás, te callarás para siempre, porque no eres más que ruido.

Ilustración: Maria Elina Méndez

23/6/09

Ojitos de sol


Así de guapa estás. Llena de flores, de colores, de amores.
No sabes lo bonitos que se te ponen los ojos cuando te da el sol, será que por ahí entra la luz a tu barriga y el bebé se asoma a tus ojos creyendo que es un balcón.

Creo que esta vez serán ojitos de sol.

Ilustración: Leandro Lamas. Del Baúl

11/6/09

La profecía

Llovía afuera y yo sin paraguas; en su lugar tenía el secador de pelo. Puede que al salir de casa estuviera pensando en lo que haría al volver. Siempre me pasa, tengo tendencia a pensar por adelantado. Ayer mismo escribí el final de este cuento, el problema es que no lo encuentro, puede que estuviera pensando en borrarlo.

29/5/09

En el espejo


¿Dónde estás?. ¿Vas a volver?.
Es que en tu lugar ha llegado otra. No me gusta, no tiene el alma limpia.
Si no vas a volver, avísame. Necesito empezar a pedir perdón cuanto antes.
No tenías que haberte ido de esa manera, no sé asumirlo.

Nunca antes te había echado tanto de menos. Por eso me trago las lágrimas, porque así te pierdo menos.

Ahora necesito un ángel de la guarda que no me deje seguir marchando.

23/5/09

Quien pueda escuchar el silencio, que tire la primera piedra.

Me agobia pensar que quizá no vuelva a encontrar el silencio. Algo ha pasado. De repente no puedo descansar del ruido.
Siempre hay ruido, incluso cuando todo se apaga. A mayor proporción de silencio, mayor proporción de escándalo.
¿Cómo se puede vivir sin el silencio, sin un momento de tregua, de reposo, de olvido?
Ay de mí.
Antes podía decidir cuándo disfrutar del silencio, pero ahora no puedo siquiera recordar cómo era.
Música, un tic-tac, un murmullo de voces de madrugada, voces aburridas en la radio, un goteo, un grillo... o la locura.

Puede que mi silencio me esté pidiendo a gritos un poco de calma, así que de ahora en adelante, mi ruido será mi silencio que transformado en olas de mar, me invita a un momento de serenidad.

El Grito, Edvard Munch